Entrevista a
Fernando Iwasaki
"Si folláramos más, escribiríamos menos"
Por Alejandro Tellería
Para muchos Fernando Iwasaki (Lima, 1961) fue Premio Copé
de Narrativa (1998), colaborador de Diario de Sevilla, La Razón, El
País, Diario 16, Expreso y La Prensa, director del área de cultura de
la Fundación San Telmo de Sevilla, y profesor de la Universidad del Pacífico de Lima.
Para otros es un sevillano de adopción, director de la revista literaria Renacimiento
y de la Fundación Cristina Heeren de Arte Flamenco y columnista del diario ABC.
Para mí, fue un recordado profesor de la academia donde me preparé para el examen de
ingreso a la universidad.
Como estudiante de Historia de la Pontificia Universidad
Católica, Iwasaki nos enseñaba lo poco que hacía falta para el examen. Así, siendo
sólo por unos años mayor que mis amigos y yo, se había convertido en un posible
modelo a seguir, con sus modos desenfadados y su excéntrica costumbre de dar un golpe a
la pared con el puño cada vez que debía enfatizar el nombre de algún Inca o el año de
alguna batalla, mil pum ochocientos pum sesenta pum y seis pum
(lo de Dont Stand So Close To Me de The Police, lo observábamos cuando
nuestras guapas compañeras nos rompían el corazón suspirando por él a cada golpe).
Logrado su objetivo de hacernos universitarios, lo veíamos pasar
de lejos, cargado de una pila de papeles, las gafas asidas a media nariz, absorto en
algún pensamiento histórico del que ningún universitario de poca monta como yo se
atrevía a sustraerlo. Y luego de la universidad, poco fue lo que supe de él.
Por los vericuetos de la existencia, que así les llaman, acabé
en el oficio que ejerce y en el país donde vive. Así surge mi curiosidad por conocer
otra vez a Fernando Iwasaki, no ya al profesor de los puñetazos sexy, sino al
escritor prolífico que hoy pasea a caballo entre la memoria, el ensayo y la creación
literaria; por hacer un fisgoneo respetuoso y breve de la ruta vital que recorrió aquel
modelo a seguir de mi adolescencia.
TBR: Muchos escritores disfrutáis con el placer de escribir
cuento. Aparte de éste, ¿algún género de los que abarcas te resulta más placentero
que otro?
FI: Me interesa mezclar géneros como la ficción, la
memoria y el ensayo. Lo hice así en mi libro El Descubrimiento de España (Oviedo,
1996) y todavía me siento muy satisfecho del resultado. Por otro lado, terminar Ajuar
Funerario me llevó más de cinco años de escritura, pero por razones estrictamente
operativas, ya que los microrrelatos hay que escribirlos una vez a las quinientas. Al ser
un libro de microcuentos de terror, siempre estuve a la caza de historias, sueños,
pesadillas y obsesiones, que anotaba en una libreta y más tarde transcribía en la
computadora. Hay muchos recuerdos de mi propia infancia, leyendas urbanas, bastante
lectura y sobre todo fantasía.
TBR: Si escribir fuera un acto de disfrute sexual, ¿por qué
escribirías? ¿Por amor, diversión, pasión, urgencia o por algún otro detonante?
FI: De ser así, la literatura sería onanismo y
sublimación, pues siempre se ha dicho que los que escriben mucho es porque follan poco.
La verdad es que si folláramos más escribiríamos menos. Por lo tanto, la literatura es
el esparcimiento más turbador.
TBR: Entonces es por eso que un escritor busca llegar, en
algún momento, a vivir de vuestros esparcimientos más turbadores. ¿Tienes esto como
meta?
FI: A mí me bastaría con vivir en los pueblos jóvenes
(chabolas) de la literatura; es decir, colaborando en revistas, suplementos culturales,
presentando libros, escribiendo prólogos, interviniendo en alguna tertulia, publicando
artículos literarios y dando conferencias. Todas esas actividades no son incompatibles
con la propia creación y para mí sería una meta ideal. El problema es que tengo
hipoteca numerosa y familia a plazo fijo, y por ahora no puedo dejar el flamenco.
TBR: ¿Escribirías viviendo en Perú? ¿Tienes alguna
tentación laboral distinta a la literatura?
FI: La verdad es que yo NO vivo de la literatura, porque
de la literatura no viven ni siquiera los escritores españoles. Mi ocupación profesional
prioritaria, alimenticia e hipotecaria es el arte flamenco andaluz, y en segundo lugar
vendría la colaboración en medios de prensa. La literatura está en el cuarto o quinto
lugar. Ahora bien, si viviera en el Perú escribiría todavía menos, porque lo normal es
que en Perú tuviera tres o cuatro trabajos, todos mal pagados y en el peor de los casos
gratuitos.
TBR: ¿Cómo contribuyen tus intereses extraliterarios a potenciar tu
proceso creativo, a reflejarse en tu producción?
FI: Mi principal obsesión extraliteraria es mi familia,
mi esposa y mis hijos. ¿Cómo me leerán? ¿Qué pensarán de mis cuentos y novelas? Para
mí eso es más importante que las ventas, las reediciones, los premios y cualquier otra
mojiganga comercial. Tampoco me obsesiono con ser políticamente correcto, ni con
dilucidar la identidad peruana, ni con demostrar que soy un escritor comprometido. Respeto
a quienes piensan en las ventas, en la sexualidad de sus lectores o en que la palabra nace
del fusil, pero para mí lo primero es mi familia y todo lo demás es secundario.
TBR: Marcos González Mut, al reseñar Ajuar Funerario
(TBR, 43) dice, en alusión a la brevedad de los cuentos, que te has
propuesto "la demolición general de un modelo" y que, "a la manera de
algunos escritores sudamericanos, fomentas la depuración de los cuentos, su disminución
progresiva, su concentración infinitesimal".
FI: Es un punto de vista legítimo. Ahora bien, como yo
soy medio japonés, quizás lo mío sea una tendencia al haiku (poema breve). O
sea, nada que ver con los dinosaurios que ya estaban allí.
TBR: ¿Qué te influencia a la hora de escribir, algún tipo
especial de cine, música o literatura?
FI: El cine me influencia muy poco, aunque mi Libro de
Mal Amor podría haber sido escrita por el protagonista de Sueños de un seductor
de Woody Allen. La música ya me dice más cosas. En A Troya Helena tengo un cuento
"Rock in the Andes" dedicado a John Lennon y en cada libro mío hay
alguna referencia soterrada o explícita a los Beatles. Por ejemplo, en Ajuar
Funerario uno de los microrrelatos se titula "A Mail in the Life",
parafraseando la penúltima canción del lado B del Sergeant Peppers Lonely
Hearts Club Band (ya sé que se ha inventado el CD, pero mi
imaginario musical está en vinilo todavía). Por otro lado, para escribir Libro de Mal
Amor tuve que recurrir a la banda sonora de la memoria y busqué toda la música que
sonaba en los tonos (fiestas) de Lima en los años 70 y 80. Eso sí, me quedé en The
Police.
TBR: ¿Qué opinión te merece la narrativa hispanoamericana
actual?
FI: En general tengo una buena opinión de la narrativa en
español, porque a pesar de las polémicas y controversias siempre encuentro
contemporáneos de quienes aprender y disfrutar. Y como es muy sencillo elogiar los libros
de Marías, Bolaño, Vila-Matas o Muñoz Molina, prefiero citar a los contemporáneos
míos que aprecio y admiro. En España me gustan especialmente Belén Gopegui, Justo
Navarro, Fernando Royuela, Eduardo Jordá, Nuria Barrios y Antonio Orejudo. De los
latinoamericanos puedo citar a Rodrigo Fresán, Juan Carlos Méndez Guédez, Santiago
Gamboa, Leonardo Valencia, Edmundo Paz Soldán, Mario Bellatín y Jorge Volpi. Y entre mis
contemporáneos peruanos a Jorge Eduardo Benavides, Carlos Herrera, Iván Thays, Enrique
Prochazka y Mario Ghibellini. Y si no cito a Santiago Roncagliolo es porque es muy joven y
no es mi contemporáneo.
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Página web de Fernando Iwasaki: http://www.fernandoiwasaki.com
Véase la reseña de Ajuar Funerario
en TBR 43. |